No hay razón para ocultarte, sueño. No hay una razón objetiva para no dejarte entrar. Salvo que respiras muy despacio para mí. Tu aliento, sueño, huele a santo bebedor de luz. Y yo estoy borracho y casi muerto. Pero todavía ando despierto en la edad de dormir y cubro mi alma con una cortina de sombras.
lunes, 11 de octubre de 2010
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