jueves, 30 de diciembre de 2021

Nuevo libro de poemas: "La cima inversa", de Roberto García de Mesa (Buenos Aires, Buenos Aires Poetry, 2021)

Como esto es un no parar, y como es navidad, se acumulan los transportes, los envíos, los sueños, las esperanzas. He recibido, por fin, ejemplares de mi último libro de poemas, inédito hasta ahora y titulado La cima inversa. Ha sido publicado por la bellísima editorial Buenos Aires Poetry (Buenos Aires, 2021). El diseño de Camila Evia es excepcional.

El libro contiene tres series poéticas ("Cristal y nido", "La cima inversa" y "Poemas griegos"), así como el ensayo-poema "Desde el fin". Este último texto lo he encuadrado en esa modalidad, pero podría ser también considerado para el teatro; puede ser cualquier cosa, en realidad. Todos han sido escritos en estos dos últimos años, en plena pandemia, en un contexto muy salvaje, desolador y doloroso.

Quisiera agradecer, de todo corazón, a los directores de la colección Pippa Passes (al poeta, traductor, ensayista y crítico Rodrigo Arriagada Zubieta y a la poeta, traductora, ensayista y diseñadora Camila Evia), así como al director de Buenos Aires Poetry (al poeta, traductor, ensayista y crítico Juan Arabia), tanta generosidad, amabilidad y paciencia.











lunes, 27 de diciembre de 2021

CD "Divina comedia": música compuesta, producida, interpretada, grabada y mezclada por Roberto García de Mesa


Feliz por la aparición del cd Divina comedia, una obra sonora que he compuesto inspirada en el poema homónimo de Dante Alighieri. Es mi humilde homenaje a la celebración del VII centenario de su muerte. Al igual que aquel, se divide en tres partes: “Infierno”, “Purgatorio” y “Paraíso”. La duración total es de 39 minutos con 43 segundos.

Esta obra está dedicada a mi madre, en paz descanse.

Al igual que ha sucedido con mis tres anteriores cds (Genealogías, 2019; Estado de incertidumbre, 2020, y De profundis 2020-2021, 2021), esta Divina comedia (2021) ha sido compuesta, producida, interpretada, grabada y mezclada por mí. El diseño también lo he hecho yo. La impresión ha sido de Makarográfica. La edición del cd es de 40 copias numeradas.

Finalmente, quisiera agradecer a Mario Domínguez Parra que revisara la traducción de los textos al inglés.

Para los amantes de las etiquetas, es música ambient, electrónica, instrumental, a veces dark ambient e industrial.











jueves, 8 de julio de 2021

"Memorias de un objeto. Nausinoos. Oblivion", de Roberto García de Mesa (Santiago de Chile, Mago Editores, 2021)

Muy feliz. La lucha de la supervivencia de los libros depende muchas veces del azar y de la generosidad de personas. Y siempre es una sorpresa que a alguien le pueda interesar algún rastro disperso del pasado a la deriva por un tiempo que es de todos. Hace veinte años terminé Memorias de un objeto (1999-2001). Nausinoos lo escribí en 2005 y Oblivion, entre 2007 y 2008. En su momento tuve la fortuna de verlos publicados en España, al año siguiente. Del primero también hubo una reimpresión en 2006, en otra editorial. Nausinoos se ha traducido al griego, al inglés y al alemán. Estos textos forman parte de un camino poético hacia la objetividad más extrema y la metafísica que emprendí y que abarca casi toda aquella década, junto a otros libros como Puntos de fuga (2005) y Los pájaros invisibles (2005). En estos volúmenes hay una defensa a ultranza y muy radical de la imaginación frente a lo experiencial y coloquial, esto es, frente al canon actual e inamovible de la poesía en español. Han pasado 20 o 13 años de aquello. Una profunda crisis económica, moral y social provocó en mí la necesidad de buscarme de nuevo entre las palabras, de recuperar las palabras que la política y los dogmas habían corrompido o confundido o manipulado, así lo percibí y lo sigo percibiendo. Pero eso es otra historia. En cualquier caso, todavía no he renunciado ni renunciaré a la imaginación como la herramienta más poderosa de transformación individual y social. Me apasiona buscar y encontrar espacios poéticos complejos, refugios de la imaginación donde sobrevivir...

Tal vez no tenga mucho sentido publicar este libro ahora, puesto que va más a contracorriente que nunca, pero he querido hacerlo por algún motivo que aún desconozco. Quizá porque hace veinte años un editor de un país americano quiso publicar Memorias de un objeto, ya que creía en él, pero al final no supe más. Y porque siempre me quedé con la curiosidad de saber qué hubiera pasado en ese continente hermano.

Los tiempos cambian, pero la pasión por la poesía, por la necesidad de creación hasta las últimas consecuencias, no. Hay mucha ambición de juventud (mucho trabajo e investigación) en estos tres libros, quizá demasiada, pero lo cierto es que he disfrutado mucho preparando la edición.
Gracias infinitas al escritor y editor Máximo González Sáez, de Mago Editores (Santiago de Chile), por confiar en la vibración de este libro. Por tanta generosidad, profesionalidad y paciencia. También, mi agradecimiento va al diseñador Sergio Cruz por este precioso diseño que representa muy bien el espíritu del libro. Al escritor Leo Lobos, por presentarme a Máximo. Y de manera muy especial quisiera agradecer al artista visual Augusto Vives la preciosa imagen de portada que ha cedido generosamente para la ocasión, la adoro.



viernes, 14 de mayo de 2021

Aforismos, de Roberto García de Mesa

 

El azar creó el primer modelo y este el siguiente.


*


Quien no sabe, vigila a quien sabe.


*


De todos los afluentes está compuesto el mar.


*


La locura es la cara oculta del azar y el juego, su cara visible.


*


La locura es la única redención de este mundo.


*


La claridad ciega a los que buscan la luz.


*


Solo para estar con todo.


*


La sed más insaciable es la del olvido.


*


Alguien construyó el vacío para pensar en él.


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La meditación no es un método, es un estado sin principio ni fin.


*


Destaca el instante por su simplicidad, por su paz poética.


*


Sin tiempo solo queda el cambio sin mesura: la eternidad.


*


Viste el final del camino y no viste el camino.


*


Conoce lo que existe por lo que no existe.


*


Ambiciona aquello que perdiste y te perderás en tu ambición.


*


Quieres conservar y conservas el miedo.


*


Duda de lo estéril, duda de las cosas con cara.


*


Vive el instante, no te refugies en él.


*


Significas en el aquí y ahora, significas profundamente.



miércoles, 5 de mayo de 2021

"Mauricio Pérez Jiménez y las voces esenciales del caos", de Roberto García de Mesa

Mauricio Pérez Jiménez ha creado una exposición que, si se me permite la comparación, sería equiparable a lo que en literatura se denomina como plaquette. Y utilizo este término porque es un pequeño tesoro de palabras, iluminaciones y experiencias visuales. Se titula “Intropías”, palabra nueva que él define como un intento de abarcar “un estado existencial en el que nuestros pensamientos evolucionan a la disposición más probable”. Esta se acerca a un conocido concepto, propio de la física, llamado “entropía” que, tal y como lo define el Diccionario de la Lengua Española, de la RAE, consiste en la “medida del desorden del sistema”. Estamos, por tanto, ante una probabilidad, ante una medida posible del caos interior. Y así lo refleja esta colección de objetos poéticos expuestos en un lugar muy especial, “Desván blanco”, en Santa Cruz de Tenerife. Este imprescindible espacio cultural es coordinado por el artista Román Hernández González. 

Pérez Jiménez, doctor en Bellas Artes y profesor en la Universidad de La Laguna, ha desarrollado profesionalmente su carrera, enseñando, investigando y experimentando en diversas áreas del conocimiento como la fotografía, la escultura, el vídeo, el diseño gráfico, el dibujo o la pintura. Pero una de sus grandes vocaciones ha sido la palabra poética, cuya práctica suele mantener en secreto. Esta es una de las pocas ocasiones, hasta ahora, donde se puede contemplar parte de su obra poética-visual.

Es obvio que la escritura siempre ha estado relacionada con las artes visuales y viceversa, claro. Como investigador que es, no es ajeno a esta tradición. Tal vez, de todos los géneros literarios sea la poesía la que más ha indagado en esta vinculación tan antigua. Desde los ideogramas chinos, los pictogramas sumerios, hasta los jeroglíficos egipcios, pasando por toda la tradición clásica greco-latina que realizó grandes aportaciones, como, por ejemplo, los caligramas helenos, technopaegnia del período clásico; los carmina figurata, que son los caligramas latinos; los palíndromos, etc. No menos importante es recordar a Simónides, cuyas célebres citas le atribuye Plutarco: “La pintura es una poesía muda” o “la poesía es una imagen que habla”. O a Horacio: “como la pintura así es la poesía”. Es bien sabido que estas ideas se convirtieron en un lugar común de la literatura occidental. Es raro el poeta, el escritor, que no haya reflexionado sobre ello. Lope de Vega decía de Marino, “gran pintor de los oídos”, y de Rubens, “gran poeta de los ojos”. Novalis: “El poeta piensa con imágenes”. Wallace Stevens: “la poesía y la pintura crecen por igual mediante la composición”… La lista es interminable. 

La antigua tradición hizo concebir una imagen frente a un texto de dimensiones breves, exactas. Entre los dos elementos se establecía una relación enigmática. Todo esto también tuvo un gran momento a través de toda la tradición de emblemas y empresas. En España, adquirieron un gran auge durante el barroco. Las complejas composiciones barrocas fueron muy numerosas. Por ejemplo: los acróstofos, los telésticos, los laberintos, los caligramas, los lipogramas, los poemas multidireccionales, etc. La razón de ser de todo ello, según Rodríguez de la Flor, era “trascender los códigos del leer para aproximarse al ver”. Se exigía un alto grado de participación activa del lector. Este tenía que entrar en el juego interpretativo y recrear la obra con sus sentidos. 

Por su parte, el Romanticismo irrumpe con una revalorización del yo, de la subjetividad y de la irracionalidad. Y se establece un fecundo diálogo entre las artes. Reaparecen las imágenes en los libros tanto de poesía como de narrativa. Se llaman ahora ilustraciones, puesto que ilustran, que iluminan el texto, lo explican gráficamente. 

Las vanguardias históricas asumen con gran entusiasmo todos estos experimentos que, a su vez, son influidos, mediante los canales del colonialismo, por los poemas pictóricos de los creadores chinos y japoneses. Un movimiento conocido que continuó esta tradición fue la poesía concreta, en América y Europa. Durante el siglo XX, nombres imprescindibles, como Augusto de Campos, John Cage, Joan Brossa, Juan Hidalgo, José Miguel Ullán, etc. han dado obras muy notables de poesía visual. Pero esto no se da solo aquí, ya que en las raíces de la modernidad la prosa narrativa se contagia del lenguaje poético. En la célebre novela Tres tristes tigres, Cabrera Infante pone dos páginas en blanco. Joyce, el grupo Tel Quel o Julián Ríos (Larva) también fomentaron estas relaciones. 

Hoy, la poesía se fusiona con imágenes fijas o en movimiento repetitivo, de manera muy habitual. Estamos generando más posibilidades, normalizando las vanguardias de antaño, creando espacios poéticos multidimensionales, espacios que provocan sensaciones donde la imagen pueda trascender. Las diversas artes están más unificadas que antaño. Y las fronteras entre los géneros literarios se diluyen en el ciberespacio, por mucho que se empeñen las grandes compañías de producción de libros en propiciar la novela. Se persigue la fragmentación y conectar todo más íntimamente, en movimiento. Con la emoción y la tendencia al cambio o a las probabilidades del caos, el relato lineal se pierde en la narración fragmentaria común. Lo poético se impone sobre lo narrativo. Y es algo tan normal que hasta parece raro llamarlo poético. Saltar de un lugar a otro, hacer volar el pensamiento, explotar las ideas, dotarlas de espacios por los que navegar es algo normalizado en las redes sociales, donde el caos se impone frente a la norma. Y todo está al alcance de cualquiera. El momento presente podría ser un período dorado para la poesía visual, si no fuera por la falta de conocimiento de la mayoría de los poetas actuales de esta tradición. Parece interesar más un selfie o adoptar un papel ante el objetivo.

Mauricio Pérez Jiménez conoce bien todo esto y en su nueva exposición propone un caos controlado entre probabilidades, formas, iluminación y el sentido oculto de las palabras. Busca los códigos secretos de las letras, las imágenes fugaces de la expresión escrita, su abstracción y sus bucles expresivos. Pérez Jiménez no hace otra cosa en “Intropías” que dotar a la materia de un significado lingüístico, de fundir, no la pintura, sino las creaciones escultóricas y fotográficas con las palabras. De esta manera, las naturalezas muertas cobran vida o sentido propio más allá de lo que se ve. “Intropías” es una experiencia interior para el expectador y es, probablemente, también, una invitación a reflexionar sobre las voces esenciales del caos.  

(Texto del catálogo)











sábado, 17 de abril de 2021

"Pintar el tiempo", de Roberto García de Mesa


1

Cualquier proceso artístico enuncia una hipótesis: la de ensayar una peripecia.
Cualquier proceso artístico lleva consigo un abanico de gestos reconocibles y articulados a través de un único trazo que, repentinamente, lo reduce todo a un destello de razón o a un modelo inexpresable de rostro.
Y cualquier intento de formularlo lleva consigo una liturgia del abandono, las proporciones de un desastre. Porque la realidad representa la hipótesis de un desastre. Cuando tratamos de imaginar un rostro, los gestos sobresalen, esquematizan todas las frustraciones y proyectan la ciencia de lo irregular, del desequilibrio y sus fugas.
Porque en todo acto de pintar hay un fragmento de esa búsqueda, un esquema que cuestiona las intenciones, los fines y los destellos de humanidad. Los actos que nacen de ese proceso son movimientos de una hipótesis difusa. Y la vida parece marcar ese camino: una extraña e inquietante inercia que gobierna los acontecimientos trascendentes. Así, cada instante garabateado contiene la liturgia de un gesto decisivo.


2

Cuando me enfrento a un sonido en blanco, a un espacio vacío, a una experiencia sin historia, sin pálpito, necesito abandonarme al desastre. Porque la longitud del trazo me obliga a entrar en la liturgia de la desesperación, en el complejo instante de las proporciones sin medida. Y ahí es donde encuentro un espacio común, con esta clase de hipótesis. En este ensayo es preferible olvidarlo casi todo para entrar en el misterio. Y desconozco mi nombre, el lenguaje, las infinitas formas de realidad. El trazo es libre y la voluntad, deshecha. Conspiro y conspiro porque me va la vida en ello. Y porque en el fondo deseo que el error se convierta en acierto.


3

La lectura de los signos iniciáticos siempre es confusa, pero lo auténtico recae en una clase de energía que experimenta inconscientemente con los movimientos en el espacio, a través de una danza, de una liturgia sin nombre.


4

Un rostro para el mundo o una condición para fundamentar que existo, una imagen de la íntima presencia fragmentada en un amasijo de líneas. Longitud etérea y danza del revés. Porque las formas siempre esconden su verdadera cara. He intentado desvelarlas como si fueran caracteres, palabras, movimientos, lenguaje de anticipación, lenguaje no resuelto, lenguaje en proceso, lenguaje irregular.


5

La forma frente a la línea. 
La forma no resuelta necesita de la anticipación. 
La forma culmina en un instante decisivo, pero que no explica nada, porque anuncia un nuevo cambio. 
Y este ritual me dice que la línea trascendente ha de representar lo esencial, la proyección de la íntima concepción del retrato. Porque cualquier imagen es, en gran medida, el mismo retrato, la misma hipótesis difusa, una demostración del compromiso con el yo en la celebración de la vida y la muerte, del pasado y el futuro.


6

Busco una definición para la mancha, pero descubro que está compuesta de una vibración secreta que fluye a través de un modelo decadente y frágil. Las sombras son las fuentes del discurso. Y la mancha es un reflejo, contiene en sí misma el esquema del movimiento del mundo y guarda el preciado secreto de lo desconocido. 


7

El ojo humano tiende a la concreción de la fragilidad, del sentido, necesita la experiencia. Pero el proceso de garabatear siempre es misterioso. Por ello, es órfico, trágico y hermético. Y, también por ello, la forma sugerida acaba imponiéndose sobre la línea.
Masa, volumen, movimiento, fugacidades. 
La conciencia del color viene después. 
Una realidad, una mutación. Una estructura que se esfuerza por mostrar sus proporciones, sus sentidos.
Yo creo en la desnuda vibración, en la libre coreografía de los límites.
Y en las formas de la libertad.
Porque entre ellas se articulan los gestos decisivos, en su proyección, en su esencialidad, en el esquema, en la imagen transformable.


8

Pienso desde el centro, desde el confuso centro de inquietudes.
Así, anuncio el acto de respirar la música de los gestos.
Me libero del propio volumen y provoco el ascenso de las sombras, hasta que la imagen crece en su deformación.
Profundizo en el éxtasis, en un rito sin final.


9

El color negro lucha por sobrevivir en sus mil variantes. Violencia (y violencia). Los diversos modelos a contraluz golpean las simientes de la creación. 
Y siento algo de daño, de duelo, por las formas perdidas que jamás serán recuperadas. 
El tiempo se pinta, se articula en este proceso. Y sobrevive, después, cuando se han agotado todas las fuerzas.
En ese instante, asumo todas las decisiones, a través de las estructuras desequilibradas. Y comienzo a pintar verdaderamente como si me fuera la vida en ello. En el instante de las bolsas húmedas de tinta sobre el espacio, la imagen se transforma y aparece... aparece el rostro, la acción, las identidades, la inquietud, el poema irregular... el poema traspasado por las sombras. 


10

Arañar la partitura del pensamiento, arañar el instante decisivo y libre, el control del miedo y la lucidez, y volcarlo todo, y percibir el error, la ruptura, el incierto proceso y una metamorfosis que ama los lugares ocultos, los destellos, las figuras fulgurantes que pasean entre las manchas convulsas, entre los ecos de otros mundos, como si, sorprendidas, me observaran en mitad de una parálisis eterna.


11

El tiempo se halla en la forma, en esta forma errática, decadente, a punto de algo. El tiempo se esconde tras las ventanas de los ojos. Irrumpe en medio de la oscuridad, en los relieves, en la textura irregular, en el resultado, en el poema gráfico. 
Y pintar el tiempo es pintar el proceso, la intuición del declive, el ensayo, la hipótesis, el instante decisivo donde retoma la escena una clase de liturgia, una poética del desastre, bajo las alas de una vibración inesperada y sombría.


2010

miércoles, 31 de marzo de 2021

"Postulados esenciales para una composición dramatúrgica de la acción y la performance", de Roberto García de Mesa


El teatro breve ha gozado de una enorme popularidad a lo largo de la historia. Pero, al igual que ha sucedido con las otras formas de construcción escénica, fue en el siglo XX cuando se realizaron nuevas aportaciones y se encontraron diversas maneras de investigar este subgénero. El teatro sintético futurista diseñó un modelo breve y esencialista, comprimiendo, en poco tiempo, las palabras, los gestos, innumerables situaciones, sensibilidades, ideas, sensaciones, hechos y símbolos. Las veladas dadaístas, por su parte, aunaron diferentes acciones de vanguardia en un mismo espacio y período de tiempo. Incluso las nociones establecidas vivieron un dinamismo interno que provocó una tendencia hacia lo multirreferencial. Lo cómico estiró su comicidad y se convirtió en algo grotesco y rápidamente en el absurdo, para luego tender hacia la crítica de la conciencia humana y, así, a lo trágico. El ser humano exploró, a través de la vanguardia, en lo identitario, su propia subconciencia, desde los extremos que se transforman e intercambian sus papeles, entre las brumas de la tecnología y lo nuevo.

Las guerras mundiales mutilaron lo más granado del pensamiento europeo. Pero la nueva vanguardia teatral retomó el pulso de la escena desde el absurdo, desde lo grotesco, desde la desolación y, también, desde los objetos encontrados y el automatismo. Porque la sociedad de consumo, en el fondo, se iba definiendo de esta manera, a través de las máscaras de lo útil y del estado del bienestar. Pero en la nueva sociedad occidental, los jóvenes buscaron algunas respuestas, investigaron expresiones diferentes, tal vez un resquicio de verdad entre tanta farsa bélica, entre tanta desolación pasada. Los ideales germinaron en esta época, prosiguieron las luchas políticas, las revoluciones imaginarias, la necesidad de construir otro mundo, que, además, pudiera ser posible. El Living Theatre, las acciones de Cage y Cunningham, de Jodorowsky, del grupo Gutai, del movimiento Fluxus, de Beuys, del grupo ZAJ, de los artistas vieneses, etc., le dieron un nuevo color al teatro de vanguardia y a la tradición de lo sintético. 

Fue en la segunda mitad del siglo XX, cuando se desarrolla el accionismo y la performance, tal y como se conocen hoy. Estas modalidades de las artes escénicas postulan la esencialidad y la brevedad. El marco teatral, reducido a su mínima expresión (la acción), esquematiza el mundo visible, aísla los actos habituales, la identidad común, en unidades esenciales, como si fueran quarks que, juntos, crean protones o neutrones, es decir, performances, si se admite la comparación, puesto que una sucesión de acciones compondrían una performance, y, a su vez, una serie de performances podrían dar lugar a un happening. De esta manera, este nuevo teatro sintético adquiere la forma de una caja china que guarda en su interior una sucesión de modelos breves, a cual más esencial. 

Estas formas nacen de una conciencia poética y no narrativa, de una visión simultaneísta, donde todo posee un cierto grado de inmediatez, donde prima el concepto frente al recorrido. El inicio-desarrollo-final aristotélico, en gran medida, pierde interés y el acto se concentra en el concepto que se expone, en el conocimiento esencial que se representa. A través de la acción se potencian el gesto unitario y sus velocidades; a través de la performance se multiplican los conceptos, se diversifican los actos y todo adquiere mayor complejidad. Por todo ello, de alguna manera, se podría concebir una perspectiva de estudio, aplicable a estos modelos, orientada desde la óptica de los conceptos en movimiento, donde los gestos o los elementos humanos y objetuales significan algo, ya que constituyen una especie de memoria sensible del mundo e interactúan a través del movimiento en escena. 

Desde la acción unitaria, a través de un solo concepto, hasta la acción múltiple, las diversas ideas de la historia de la humanidad confluyen en estos elementos y se proyectan al espectador que los reconoce como propios. Una dramaturgia de la acción y de la performance debería contemplar este planteamiento esencial para lograr un modelo comunicativo de buena factura. En cualquier caso, la emisión y la remisión también conviven en una experiencia de misterio poético que ayuda a generar patrones inquietantes, críticos con la sociedad y el mundo que la rodea. Esta última característica, indispensable y habitual, ayuda a identificar este tipo de teatro con un modelo de corte poético.

El teatro de renovación, tanto moderno como contemporáneo, se ha ido convirtiendo paulatinamente en un acercamiento a la poesía de la tradición vanguardista. Este es el concepto que se ha ido imponiendo. Una obra perfilada a través de los impactos, de las emociones, de la libertad, expuesta a todas las posibilidades e interpretaciones, pero también desde una perspectiva integrada, multidisciplinar. Esta idea de poesía escénica igualmente se desarrolla en la época contemporánea a través de la acción y la performance. En estos modelos, como se ha señalado, se busca la esencialidad, es decir, un conocimiento trascendente que se expone desde diferentes técnicas y a través de las diversas formas de concebir el tiempo, el espacio y el movimiento. 

El tiempo poético de la vanguardia es el no tiempo, es decir, que el concepto encuentra su reflejo en su propia negación. Aunque no es menos cierto que esta idea constituye una especie de simulación. Lo que se pretende con ello es propiciar un cuestionamiento de la construcción aristotélica del tiempo (inicio-desarrollo-final). En la acción y en la performance se suelen aplicar abstracciones del mismo. Se pretende demostrar que hay tantos tiempos como obras, como seres humanos, como representaciones, y que cada gesto escénico posee uno especial que parece negarse a sí mismo, de alguna manera. En realidad, estos dos modelos indagan en los conceptos de la relatividad de Einstein, frente a la idea newtoniana del tiempo absoluto, que, tal vez, estuviera más próxima al modelo aristotélico y al de sus continuadores.

La concepción del espacio en la que orbitan estas dos formas escénicas se suele situar entre lo abstracto y lo concreto, y se vincula a la interacción entre los elementos que transitan por el vacío, en ocasiones aparentemente desconectados entre sí. Con frecuencia, esa noción de vacío responde a una idea más oriental que occidental, puesto que los accionistas juegan con el espacio como si fuera una materia más, y menos como una desazón existencial. Por ello suelen también estar muy vinculados a las artes del movimiento. El espacio concebido, entonces, como una de las principales metáforas de la vida moderna, es el que se suele mostrar en este tipo de representaciones. 

El movimiento aquí definido comprende una noción poética muy profunda donde los conceptos adquieren carácter, toman forma cuando se relacionan con otros. El personaje, tal y como se concibe en los modelos más convencionales, se diluye y se convierte en una abstracción de la realidad, en un concepto en movimiento que interactúa con otros, como se ha señalado. Sin esta idea de presencia escénica, aunque el dinamismo de los actores sea interno, sin energía humana, sea activa o pasiva, probablemente el espectador se encontraría ante una instalación u otra obra plástica.

Con lo cual, la poeticidad se hallaría en la noción de movimiento empleada. Con él, los misterios y las ideas se muestran y cambian el sentido de las apariencias, se desvelan, se recrean nuevas maneras de concebir lo visible. Por esta razón, cuando el espectador ve una acción o una performance, siempre tendrá la sensación de que la idea del mundo es reinventada una y otra vez. Y, probablemente, por eso, también, tanto una como otra se puedan identificar con un modelo de poesía aplicado al teatro, muy próximo a la danza o a las artes cinéticas que utilizan el cuerpo humano como objeto creativo. 

Así que una construcción dramatúrgica de la acción y de la performance debería integrarse entre los márgenes de estos planteamientos. El cuadro de mandos necesario para lograr un basamento dramatúrgico, teórico-práctico del hecho representativo multidisciplinar (así como la consiguiente conversión de todo ello en una recepción que pueda descifrar las claves utilizadas) queda dibujado gracias a la combinación de los diversos postulados que se han expuesto. La transformación de la idea de personaje por la de concepto esencial, una tendencia a la síntesis desde una perspectiva multidisciplinar, las nociones de tiempo, espacio y movimiento con las características que se han esbozado, además de la notable vinculación con un modelo abierto, en gran medida libre, de poesía escénica y cinética creado al efecto componen los fundamentos básicos que suelen contener este tipo de formas escénicas. 

El conflicto artístico en estos modelos surge cuando ambos extremos no se respetan, es decir, cuando la dramaturgia no se define suficientemente, no se desarrolla, no se experimenta con ella y la crítica se niega a concebir la posibilidad de la existencia de nociones sólidas con las que diseñar este tipo de creaciones. En la acción y en la performance, la dramaturgia debe aplicarse con el mismo rigor que en otro tipo de montajes escénicos, pero la crítica especializada también debe entender estos procesos con la misma voluntad de conocimiento. Tanto al responsable de la dramaturgia, como al crítico-espectador les une un mismo interés: la búsqueda de dicho conocimiento. Ambos saben que deben experimentar con sus percepciones para llegar hasta él. Por lo tanto, sin ese modelo de entrega mutua, el proceso de la comunicación, lo que define las bases de todo encuentro, no llegará a consumarse. 


Publicado en mi libro Cinco ensayos sobre poesía escénica (Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2012).