miércoles, 19 de mayo de 2010

Naturaleza secreta

Entre los restos de cualquier pensamiento
se hallan unos huesos esparcidos para la posteridad.
Soy prisionero de ese paisaje desértico,
de una inmensa letanía que soporta el peso de las palabras huecas.

Yo sé lo que he dejado de ver.
Yo sé lo que hay detrás de mi sombra.

Esta noche he abandonado mis dedos delante de un piano,
he interpretado los cantos de los muertos
y he sonreído después del murmullo,
después de la conciencia, después de las sombras suicidas.

Esta noche he leído las palabras entre los restos de mi cuerpo,
la luz negra de mis días luminosos,
los relámpagos de mi piel que me bendicen antes de morir.

Todos los verdugos del mundo me han condenado discretamente.
Y mientras escucho el murmullo del viento,
mi mente ha sido barrida por unos labios extraños.

Yo sé que mi escondite secreto se encuentra bajo la sombra del mar.
Los líquenes me han confesado su impaciencia.
Bajo las aguas no se pueden escuchar las palabras del viento.

Entre estos restos busco mis huellas marchitas, mi propio olvido,
la naturaleza secreta de las cosas y un brote de claridad después del fin.
Soy un prisionero de esta guerra perdida,
pero nadie quiere ya supervivientes.
Así que tendré que escuchar mi propio murmullo, mi propia forma de luz.

Esta letanía oscura que me arrastra hacia los días sin salida,
hacia los témpanos de hielo, hacia la ruptura de todos los cuerpos imaginarios,
se halla entre mis dedos, cuando simulo tocar el piano a medianoche,
cuando escucho las campanas de una iglesia que anuncian el fin de la eternidad.

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