Con amplitud y precisión, el pianista llegó a despojar al instrumento de su pesadez. Deformó el tamaño y consiguió simular una voz ligera y profunda. Aquellos sonidos carecían de conceptos. El silencio y los intervalos resolvían todas las dudas. El pianista había dejado de tocar para los demás.
martes, 21 de julio de 2009
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