Y pensar, pensar, después, dentro de una nave en el espacio, acerca de cómo compartir tu vida con una lanzadora de cuchillos. Y sobrevivir porque tienes que sobrevivir.
Garabatear los labios de un tsunami porque sí. Y la energía nuclear del corazón a punto de reventar, mientras haces surf sobre la cresta del tsunami. Claro.
Y, al final, todos con los pingüinos, huyendo hacia no se sabe dónde.
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