martes, 2 de junio de 2009

José María Millares Sall

Cuando a José María Millares Sall le tocó leer su discurso en la recogida del premio Canarias, hace unos días, muchos pensaron que hablaría de la "crisis del mundo", de la política... Pero no, habló de poesía, de las palabras... A través de la televisión se podían ver los rostros de muchos espectadores, miraban incrédulos aquella exhibición de virtuosismo literario y buscaban, entre las palabras, algún resquicio de "verdad social".
Empecé a comprender aquello.
Porque hoy no se habla de poesía, ni de literatura, ni de la dificultad del poema, ni de las penurias, ni de la soledad del escritor en su laberinto.
El poeta, nacido en 1921, antes de leer dijo: "gracias, gracias por lo que han hecho conmigo hoy, nunca lo olvidaré". "NUNCA LO OLVIDARÉ". A partir de ahí comencé a emocionarme. Y mientras el poeta hablaba de las palabras, los políticos, también algunos espectadores, daban la impresión de no saber qué hacer, ni qué pensar. Y mientras sucedía esto, yo lloraba ya como un idiota de otro mundo.
Y creo que el público debió entender algo de aquello porque recibió una gran ovación. El poeta anciano, autor de Liverpool, entre muchos otros títulos, pintor y músico, luchador de las libertades sociales y de los derechos humanos y gran experimentador del lenguaje, se levantó a saludar. Y, al poco tiempo, se escuchó por un altavoz "a continuación, hablará el presidente del gobierno canario". Y antes de que el poeta volviera a coger asiento, en medio de la ovación, (no tuvo más remedio que saludar tímidamente y sentarse), entre las brumas de unos aplausos que no eran suyos, el otro, que podría ser cualquier político en realidad, se dispuso a hablar sobre la crisis económica.
Yo estaba en carne viva, con lágrimas en los ojos... Y aquello me pareció una verdadera estampa de crisis de valores. Apagué el televisor. Para disfrutar del silencio y de las palabras. Tan queridas y tan verdaderas, las del poeta...

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