martes, 18 de agosto de 2009

El círculo de fuego

Últimamente tengo la sensación de que me sobran las palabras. La realidad se desploma cuando me aproximo a ellas. Quizá me encuentre desorientado, pero cada vez entiendo menos la vida. Quizá espero que todo sea distinto y no lo es o que debería recuperar algo de verdad en las palabras. Porque en nuestros días hay tantas cosas que suenan a manipulación, demagogia... Quizá espero más de las personas que conozco o ellas de mí. Últimamente tengo la sensación de que estoy ardiendo y todo lo que se acerca a mi círculo de fuego acaba quemándose pronto. No sé. Ante esto supongo que lo mejor es el silencio. Saber que existe. Con él nadie te echará ninguna falta en cara. Con el silencio puedo sentir que no hago daño a nadie, puedo sentirme un poco más en paz conmigo mismo.
*
Llegué a traspasar las fronteras de mi percepción por un accidente. Desde entonces soy víctima de él y desde entonces sólo quiero pintar la brisa del ocaso, beber la luz de las estrellas o devorarme por dentro hasta conseguir un instante de paz verdadera. Pese a la condición de este círculo que me consume lentamente, que me hace vivir una ardiente soledad y que me condena al silencio, el dolor me guía, me orienta en las tinieblas, es la falsa rima, el fuego de los dioses que me condena a la inspiración eterna. Por eso no te acerques, mantente lejos de mí, escucha los designios de la prudencia y escapa de todos los umbrales donde la razón, la mística y el caos puedan encontrarme.

1 comentario:

  1. Los antiguos hindúes creían que sólo a través del metro los primeros dioses, nacidos mortales, y luego los hombres se podían acercar al fuego divino, la palabra como mediadora entre los cuerpos y la divinidad. Cito a Roberto Calasso, que a su vez cita el Satapatha Brahmana: «"Prajapati construyó el fuego; seguía siendo cortante como una navaja; los dioses, aterrorizados, no se acercaban; después, envolviéndose en los metros, se acercaron, y de esos metros extrajeron su nombre. Los metros son un poder sagrado; la piel de antílope negra es la forma del poder sagrado; él se pone zapatos de piel de antílope; envolviéndose en los metros él se acerca al fuego, para no herirse". Los «metros», chandas, son las vestes en que los dioses «se envolvieron», acchadayan, para acercarse al fuego y no quedar desfigurados como por el filo de una navaja. De esta forma los dioses intentaron sustraerse a la muerte» (Roberto Calasso, «Los metros son el rebaño de los dioses», del libro La literatura y los dioses).

    Sigo creyendo en la palabra, y más tras recordar este ensayo de Calasso.

    Mario Domínguez Parra

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