miércoles, 19 de agosto de 2009

Nuestra época

Una época convulsa, que tantea sin frutos las ideologías del pasado, que potencia la banalidad y la belleza de la juventud, que busca con desesperación el silencio, pero que está dominada por el ruido del odio y la rivalidad, que crece en miedos, paranoias, dudas, en alucinaciones, que es profundamente individualista y asombrosamente colectiva a la vez, que reinventa sus diversos modelos de crisis para mantener a raya su verdadero dolor y donde lo real ya forma parte inseparable de lo virtual.
Una época que se niega a interrogarse a sí misma, que prescinde de los sentimientos verdaderos y que, tal vez, explora su propio destino en las esquinas de lo marginal, entre las brumas de la demagogia y la confusión de una sociedad que juega a ser apolíticamente política.

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