domingo, 25 de abril de 2010

Madrugada de domingo

Hoy es un domingo cualquiera.
Una madrugada de domingo.
Y no puedo dormir.
Abro la ventana y veo la inmensa luna, tan cerca ahora.
Me siento en paz cuando la brisa me acaricia la cara, mi piel pálida y azul.
Las hojas de las palmeras parecen saludarme.
Me susurran palabras ininteligibles.
Y, por un instante, me olvido de quién soy.
Respiro profundamente y pinto la luna con mi silencio.
Entonces abandono mi cuerpo en la ventana.
Y dudo de si soy un fantasma mecido por el olor a estrellas fugaces
o un hombre solo que no puede dormir cuando llega la noche.

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