sábado, 20 de abril de 2013

Por eso...

De un tiempo a esta parte me olvido de mis libros, de las miles de páginas que he publicado antes, de tantas cosas... Me horrorizan los límites, los de la memoria, por ejemplo. Creo que no me quedan ejemplares de los libros que escribí, los he regalado todos, o casi, que me ayuden a recordar lo que una vez fui. A veces, tengo curiosidad. Porque en esas palabras se encuentra una parte esencial de mi historia, de mi vida, aunque sea imaginaria, y de mi no vida, de aquellas palabras que reuní tan solo para provocar o para crear espejismos de conciencia. Me preguntan y no lo recuerdo. Me disculpo o me quedo en blanco o me siento como un arqueólogo de mi mente. Cada vez con mayor frecuencia... Empiezo a comprender el asombro o la extrañeza. A veces, temo olvidarme de mí mismo. Por eso, creo que vivo en el presente, o en un presente que no es presente. O en un futuro, que, tal vez, no sea futuro. A veces, solo quisiera que mi mundo fuera una sucesión de colores o de sonidos y no poder pensar racionalmente sobre ello, sino solo sentirlo todo con mucho amor, como alguno de los personajes que en su momento creé en mis libros en beneficio o en perjuicio de un más o menos o un no sé qué o como algunas de mis palabras que alguna vez dije. Incluso las que no dije. Ahora, con algo de distancia, creo que, tal vez, no sea tan importante recordarlo con toda la precisión que merecieron en su día porque de alguna manera lo sigo sintiendo en mí. Y creo que el sentimiento es el lugar más adecuado para precisar la incertidumbre. Y por eso...

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