Y es que queríamos más de lo que podíamos soñar.
Y sentíamos que podíamos reinventarnos en todas las versiones celestes.
Y... ahora, frente a la palabra T-I-E-M-P-O, discutimos sobre su autoridad o dinamismo o sobre qué ancla nos agarrará fuertemente para no ceder a la brisa.
Y cómo las palabras se convierten en silencio, en angustia sin ruido, en canto sin estribillo, en un socorro envuelto en páginas doradas, en lazos rotos, en recuerdos incandescentes bajo la lluvia.
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