viernes, 31 de julio de 2009

Hábito

Habituarme al silencio,
escuchar y cerrar los ojos.
Pensar que no existo,
caer muy dentro de mí
y enfrentarme a los abismos interiores.

domingo, 26 de julio de 2009

La religión de la música

Ayer escuché a un cura decir que la fe en Cristo es la vida plena, la salvación, y que sin ella estamos sometidos al vaivén de los sentimientos y de las sensaciones, es decir, que estamos sometidos al caos existencial, y, por ello, a la perdición, a la condena eterna.
Mientras le oía, me preguntaba que cómo en pleno siglo XXI se podía pensar así. Y era joven, muy joven. Me asustó su necesidad de aplastar al contrario con este tipo de afirmaciones, tenía la rotundidad de un sindicalista, la pasión de un poeta y el contenido de un fundamentalista. Siempre me sorprenden este tipo de cosas. Mientras hablaba, en mi cabeza había música, pero una música muy lejana a la que él se refería. Porque, de repente, citó a Chopin como ejemplo, a través de la insistencia de una nota en una de sus composiciones para piano, "eso es la fe", decía, "esa nota insistente, que da seguridad". Joder, Chopin, romántico, ¿católico? Imagino que se referiría a uno de los preludios 4, 6 y 15, donde precisamente persiste una nota en cada uno, el último, el 15, es el que se conoce como "gotas de lluvia". Madame Dudevant (George Sand) lo llegó a contar perfectamente. Se habían escapado a la isla de Mallorca. Se habían hospedado en un Monasterio y las condiciones eran pésimas. El piano desde París tardó dos meses. Mientras tanto las gotas de lluvia caían y golpeaban el techo una y otra vez, y el pobre Chopin sufría los golpes, como si le perforaran el oído. Aquella situación le inspiraría para escribir aquellas composiciones. Y aquel hombre en el altar decía que las gotas de lluvia eran la fe. En fin. Yo seguía pensando, viendo a aquel cura vestido de rojo, con la cruz amarilla, rezando por España, por los políticos, por los creyentes, por los misioneros, en fin, por casi todos, y me seguía haciendo preguntas, hasta que una mujer muy mayor me cogió fuertemente de la mano, sentada a mi lado, quería, no sé, ser mi amiga por unos segundos, hasta que diera otra señal el cura, mientras pasaban la cesta para cobrar. Yo no entendía, tan sólo sentía el calor de su mano apretándome fuerte. Iba a una misa de duelo de un familiar muy querido para mí, como un segundo padre: mi tío Carlos. Pero allí sólo vi el rito de la culpa y una corte de fieles desesperados, también una nueva juventud que aprovechaba para hacer demagogia en la iglesia, y cobrar por ello. Hacía mucho tiempo que no iba a una y salí más perdido de lo que estaba cuando entré. Menos mal que los míos se encontraban allí y pudimos hablar de nuestras propias vidas y no de los que intentan disponer de ellas. Así que me olvidé de lo que había vivido. Entre abrazos, besos y palabras amables discurrió una tarde de melancolía y respeto por los que ya no están con nosotros.
Hace unos 17 o 18 años, mi maestra de piano, mi querida Palmira, me prestó un libro que se titulaba La religión de la música, creo que de Camille Mauclair. No era una edición nueva, diría que, más bien, de la primera mitad del siglo XX. Le gustaba mucho aquel libro. Para Palmira la religión era la música y estaba casada con su piano de cola Yamaha negro, es decir un piano vestido de smoking. Con 17 años me dejaba tocarlo, yo no tenía en mi casa, era la única persona a la que permitía aquel privilegio (me corregía desde su habitación, mientras veía la tele), yo a cambio le escribía un poema antes de irme o manteníamos una buena conversación sobre arte, música y literatura. Me llevaba 50 años o así. Cuando hablaba de Beethoven decía que él había sustituido a Dios por la música, y eso era lo esencial. A Palmira no le interesaban aquellas mentiras religiosas, ni el matrimonio, ni el placer sexual, sólo amaba la música por encima de todo. Nunca se casó, ni tuvo hijos. Y era muy feliz. Vivía imaginando aquellas maravillosas historias, aquellas pasiones, aquellos vaivenes, aquellas hermosas variaciones de estado de ánimo, las diversas formas de enfrentarse al caos, el spleen, la melancolía de aquellos músicos que admiraba y tocaba. Dejamos de vernos cuando yo tenía 22 o 23 años, en aquel momento yo había abandonado el siglo XIX para siempre y me entusiasmaban los nuevos sonidos del XX.
Pero todos los días, cuando toco mi propio piano, otro Yamaha, dedico algún pensamiento a Palmira y su religión... Y así hago regresar a mi memoria algunas notas románticas que me trasladan a unas palabras perdidas en el tiempo de la juventud.

martes, 21 de julio de 2009

Sin orden ni concierto

Con amplitud y precisión, el pianista llegó a despojar al instrumento de su pesadez. Deformó el tamaño y consiguió simular una voz ligera y profunda. Aquellos sonidos carecían de conceptos. El silencio y los intervalos resolvían todas las dudas. El pianista había dejado de tocar para los demás.

El color

El color me hizo desaparecer. La luz me definió. Y el aire concentrado en aquel espacio me despojó de mí mismo. Entré en aquel cuadro y permanecí hasta el desenlace de una sensación cualquiera.

Uno de los miedos

Yo sé de un miedo.
Uno sólo.
No me importa hablar de él.
Tú eres el asunto del que trata.
Pero no importa que no lo sepas cuando tienes miedo.
Aún sigo pensándolo.

domingo, 19 de julio de 2009

Dolor

Es difícil definir este dolor.
Porque es la elipsis de la franqueza.
Y por eso yo me pregunto si estos fragmentos de historia sirven para algo.
Y es que el fin de cualquier rasgo de bondad surge de este contacto.
Si la palabra me dejara llorar en paz, moriría por ella.

Olvido

Hay un lugar donde habita el olvido.
Quien regresa de él lo sabe.
Y es que no existe un momento como éste.
Hay una línea que divide la voluntad de vivir.
Hay un instante que la recuerda.
Y otro donde todo se olvida.

viernes, 10 de julio de 2009

La hoja en blanco

Vespertino nació mudo. Fue un bebé que nunca gritó, ni lloró, que nunca emitió de su garganta sonido alguno. Sus padres pensaron que era una de esas cosas inexplicables, hasta que cumplió los seis años y una logopeda se dio cuenta de la situación: «Su hijo puede hablar, pero no quiere hacerlo». Con el paso del tiempo comprobarían que no había manera de que pronunciara palabra alguna. Y no parecía necesitar el habla. Logró generar un lenguaje con su familia y con sus amigos basado en lo que más adoraba. Un lenguaje, como digo, compuesto de segmentos de silencio de diferente duración. Sus padres llegaron a identificar hasta quinientas cuarenta y siete secuencias diferentes. Un programa de televisión se interesó por la noticia y logró realizar un reportaje que emitió una de las principales cadenas del país. Tuvo una enorme popularidad porque fue retransmitido varias veces y porque nadie decía nada en él. El documental dio la vuelta al mundo. Vespertino fue visitado por muchos líderes espirituales y prestigiosos lingüistas, con el fin de asimilar su lenguaje y de poder transmitirlo. Nunca pronunció ni una palabra, pero tuvo muchos seguidores. El día de su muerte nadie habló. Un diario nacional publicaría, unas semanas más tarde, lo que fue su testamento: una hoja en blanco.

Nadie

La multitud buscaba el nombre.
Buscaba las insignificantes palabras.
Nadie supo qué decir.
Y entonces alguien creyó que el silencio hablaría.

Esperar

Esperar y ser devorado.
Esperar rápidamente.
Esperar y desfallecer en la caricia del olvido.

Nada

Nada es posible en estos momentos.
Nada es tan difícil.

Naciste, aunque nunca te lo preguntaron, de Laurie Anderson

Aquella era una habitación enorme.
Estaba llena de gente.
De todas las clases.
Y todos llegaron a aquel edificio
más o menos a la misma hora.
Y todos eran libres.
Y todos ellos se preguntaban lo mismo:
"¿Qué hay
detrás del telón?".
Naciste.
Y eres libre.

martes, 7 de julio de 2009

Estudio 2 para piano, de Philip Glass

Creo que sin esta música sería incapaz de vivir en estos momentos.

Sueño

Este poeta sueña despierto porque no puede dormir.

Sonidos

Quizá la sencillez.
O los reflejos turbios de cada nota.
Yo me divido entre lo claro y lo oscuro.
Creo en los sonidos que pintan siluetas.
En las diversas tonalidades de las sombras.

Glass

Son las 3 de la madrugada. Soy incapaz de dormir. Escucho ahora el Estudio 2 para piano, de Philip Glass. Gracias, gracias, maestro. Es tan hermoso... Ay, Satie.

sábado, 4 de julio de 2009

Principio tres

Un libro marcado sobre la mesa dejó el camino abierto.

En esta tarde

En esta tarde tan calurosa soy mi propio océano.
Soy un glaciar quemado en el ártico.
Me disuelvo bajo el peso de tanta luz con forma humana.

Reencarnación

Para reencarnarse imaginó todas las muertes posibles. Y aquellas que eran imposibles, las realizó en vida.

Lectura

Soñé que tú me leías. Al despertar, me pregunté si era yo el que leía a través de tus ojos o realmente eras tú.

Lección de geografía

Detrás de tu cuerpo hay una ola y detrás de una ola, una isla.
Detrás de una isla, una pregunta existencial.
Detrás de una pregunta existencial, una duda, en fin, y detrás de una duda, una verdad.
Y detrás de una verdad, un tonto prepotente que cree saberlo todo.

La ironía

La ironía esconde un paseo por la victoria.
Una victoria que es fracaso.
Un soplo de incertidumbre sobre la tristeza.

jueves, 2 de julio de 2009

Vientos

Vientos
o máscaras o gárgolas de viento.

Aire

Aire

que arrastra
la isla.

Péndulo de aire
entre las manos.

Iris

Un destello.
El océano en sus ojos.
Lleva consigo la tercera parte del mundo.
La que nadie escucha.
La que respira desde las profundidades.

En estos momentos

En estos momentos deseo sumergirme en el océano y volver a reconstruir mi silencio.

Iniciación a la utopía

¿Cuántos de ustedes no cotizan en bolsa?
¿Cuántos de ustedes han rechazado lo que más querían?
¿Cuántos de ustedes no tienen casa propia?
¿Cuántos de ustedes han deseado morir alguna vez?

Gesto

Pensé en un gesto indivisible.
Pensé en un gesto transformable.

miércoles, 1 de julio de 2009

Sueño (IV)

He tenido un sueño. Cruzo la calle corriendo, rápido, muy rápido. Mi corazón no puede más y me invade un temblor, un brote de asfixia. Me detengo en mitad de la carretera, agotado. Respiro forzadamente, como si quisiera vivir.

En hora

Nunca llegaré a la hora en punto de las cosas porque la hora en punto no existe.